La conversación sobre la privacidad de cara a 2026 es acertada: se está convirtiendo en algo innegociable para la adopción masiva. Pero hay una pieza crucial que muchos pasan por alto: la tecnología de privacidad no puede existir solo en teoría. Necesita ofrecer una velocidad que coincida con las expectativas de los usuarios y estructuras de costos que no penalicen las transacciones cotidianas. Estamos hablando de un rendimiento a nivel de microsegundos con tarifas lo suficientemente bajas como para que la gente no lo piense dos veces. Sin resolver ambos aspectos simultáneamente, la privacidad sigue siendo una característica de lujo en lugar de ser el estándar básico que debería ser. Los proyectos que resuelvan esta combinación dominarán el próximo ciclo.