En aquel invierno de 2016, me despertó a medianoche una alerta de la app de cotizaciones: el precio del Bitcoin se desplomó directamente hasta los 5.550 yuanes. Miraba los escasos 30.000 yuanes de mi cuenta bancaria, sin saber aún cómo pagaría el alquiler el mes siguiente, mientras un amigo no paraba de bombardearme por WeChat para que hiciera compras en el fondo.

Le fui sincero: "Eso de las velas japonesas, de verdad que no lo entiendo". Y me contestó con una frase que aún recuerdo: "No pienses siempre en hacerte rico rápido, primero sobrevive".

Solo por esa frase, metí el dinero. Así empezó mi aventura de ocho años en esto. El mundillo cripto no tiene fórmulas mágicas; todas las supuestas "revelaciones" se pagan con dinero real. Poco a poco, a base de tropezones, entendí una regla: si baja rapidísimo y sube lento, casi seguro que es una trampa para novatos; si baja lento y sube de golpe, ahí es donde puede haber oportunidad.

En 2020, UNI bajó de 8 dólares a 2,5, y el grupo no paraba de quejarse. Yo me aferré a una estrategia simple: por cada 20% de caída, compraba un poco más, y así logré bajar mi coste a 3,1 dólares. Al año siguiente, cuando se disparó a 40 dólares, vendí todo; en esa operación gané 12 veces lo invertido.

Pero lo que más temo son dos situaciones: los momentos de euforia total y los de silencio absoluto. En 2021, Dogecoin estaba por todas partes, pero al mirar los datos en la blockchain vi que el volumen de operaciones llevaba una semana cayendo, así que salí sin pensarlo; tres días después, el precio cayó a la mitad. Y en 2018, cuando el BTC estuvo dos semanas atascado en 3.200 dólares, con un volumen bajísimo, yo seguía invirtiendo religiosamente 100 USDT al día; tras medio año logré reducir mi coste por debajo de 4.000, y después pude aprovechar el gran impulso alcista con total tranquilidad.

Tras estos ocho años, he llegado a una conclusión: cuando crees que lo sabes todo, normalmente estás cerca de la liquidación; en cambio, cuando eres capaz de decir "no lo entiendo", es cuando realmente empiezas a aprender algo. Ahora mi estrategia es sencilla: si no lo entiendo, no entro; ejecuto mecánicamente y no me dejo llevar por las emociones. Antes iba a ciegas, ahora al menos tengo una luz: "primero sobrevivir, luego ganar", para mantenerme firme en medio de la volatilidad.

El mundo cripto nunca ha sido un casino donde todo es cuestión de suerte; aquí lo que cuenta es el conocimiento y la paciencia. Mantén la línea de "sobrevivir", no busques atajos ni dejes que las emociones te controlen, solo así podrás avanzar lejos y ganar con tranquilidad en este mercado.